Nuestro querido paisano Lauro
Muñoz, excelente abogado y mejor amigo, ha colocado en las redes sociales el
artículo escrito por el gran periodista chinchano JORGE (El cumpa) DONAYRE
BELAUNDE rindiendo merecido homenaje al Dr. Leopoldo Carrillo Acevedo, bajo la
nota “UN ILUSTRE EDUCADOR CHINCHANO, LEOPOLDO CARRILLO ACEVEDO “.
El “cumpa” Donayre ha sido un periodista
y escritor de nota, “hombre finamente sensitivo que capta impresiones y expone frecuentemente
con emoción”, a decir de Fernando Romero; y es así como el buen Lauro,
entendemos que con la acuciosidad del letrado que busca afanosamente la jurisprudencia
para la mejor fundamentación de un escrito, ha encontrado esta nota publicada
en 1966 en la Revista “IDEARIO CHINCHANO“ y
que colocamos en el blog para rememorar su pluma a propósito del aniversario de
nuestro querido Colegio Pardo.
UN ILUSTRE EDUCADOR
CHINCHANO,
LEOPOLDO CARRILLO ACEVEDO
Por: Jorge Donayre
Belaunde
Él amaba mucho a la tierra. El
educó no menos de treinta promociones de jóvenes chinchanos. Él fue maestro en
la dura, esforzada, tierna y vital hondura del vocablo. Y porque tendió el bien
y la virtud generosamente en la apostólica misión de enseñar, vuelve al seno de
su tierra recibido triunfalmente por su pueblo.
Leopoldo Carrillo Acevedo,
ilustre maestro chinchano falleció en esta capital, hace veinte años. Y desde
entonces, la Gran Unidad Escolar ‘’José Pardo y Barreda ‘’, los ex -alumnos de
este plantel, los discípulos de Carrillo Acevedo, en suma todo el pueblo de
Chincha, habían estado reclamando que los restos del inolvidable educador
fueran traslados a esa tierra.
Sus hijos: Vicente y Augusto
Carrillo Huici, ofrecieron que en el momento oportuno se haría el traslado. Y
mañana serán conducidos a Chincha para recibir final sepultura en el Cementerio
de esa ciudad y en el mausoleo que le ha mandado erigir la Promoción Pardina de
1936 que lleva el nombre de Don Leopoldo, los restos de este hombre ,preclaro
ciudadano que está tan ligado al recuerdo, la emoción y la gratitud de las
juventudes chinchanas.
Los hijos han cumplido el último
deseo del maestro, expresado momento antes de expirar en Lima. La vuelta a la
tierra. El retorno al surco germinal. Pero es este regreso acongojado y silencioso,
una vuelta en triunfo al agradecido corazón de su pueblo. Porque Carrillo
Acevedo, que fue cincuenta años maestro, arquetipo de su profesión, desde
mañana reposara bajo el tibio cielo de primavera de nuestra tierra, cerca de
aquel colegio y de aquellas aulas, donde por espacio de un cuarto de siglo,
infaltable a su horario, impartió la buena simiente de la enseñanza.
Murió en Lima, pobre pero
hidalgamente como correspondía a su estilística cervantina de la vida. El
representaba al maestro provinciano, olvidado por las urgencias centralistas de
una educación pública que aún no encuentra renglones, más allá de la cuestión
puramente presupuestal, para enaltecer su hermosa condición humana. Su papel
preponderante en la formación educativa y cultural del pueblo y su rol
histórico de formador de una auténtica conciencia peruana.
Y como la mayoría de los maestros
provincianos su única riqueza la constituían el amor de sus hijos, el respeto
invariable de sus discípulos y los viejos textos de enseñanza, como aquellos
sus tres libros de Malet con los que enseña la historia.
Volver el recuerdo de aquellos
días en el Colegio Nacional Pardo de Chincha, trae al alma un recóndito
agitarse de sentimientos. Nuestra madre lejana y fallecida hablándonos cerca al
patio de la casa sobre las obligaciones escolares. Los árboles amigos, como
aquellos morados jacarandás guardianes celosos de la puerta del Colegio, y los
magnolios de enfrente, propicios para las ‘’vacas’’ en serie y sin remedio.
Pero es volver al aula y la pizarra plomiza y el garabateado pupitre y a la
mota traviesa y voladora. Al desteñido mapa y los cuadros de los Incas y el
asesinato de Pizarro. El globo terráqueo y el amarrillo y filosófico esqueleto,
pendiendo de una cuerda su final anatomía. Es volver a los antiguos maestros,
---- Ronceros y Tasayco, Burga y Arboleda, la Srta. Tello y el Inspector
Moyano. Y allí en medio del aula, sobrio, con su aristocrático cuello duro de
maestro antiguo. Don Leopardo recitando a Espronceda, leyendo en voz alta aquel
pasaje de El Quijote, que más le gustaba, en que el señor de La Mancha se armó
Caballero. Emocionalmente con el reto heroico de Leónidas frente al desastre de
Las Termópilas. Declamando en un tiempo en que aún tenían vigencia en el cielo,
las melancólicas golondrinas de Bécquer.
Chincha, benemérita provincia de
la patria, recibirá mañana los restos de uno de sus más ilustres hijos. Será el
homenaje del pueblo a los maestros. Y en esta hora de recuerdo, el mejor elogio
que quisiera recibir de Don Leopoldo es que él, con su gran corazón, calificara
regular estas cuartillas escritas por su alumno periodista.
J.D.B.