Recuerdos de la hacienda San Regis
Literatura Chinchana, con la publicación de
este artículo, me ha traído a la memoria aquellos años en que, acompañando a mi
padre, Don Telmo Castro, íbamos por varios distritos de nuestra Chincha
querida, siendo uno de estos el distrito carmelitano, que incluía las haciendas
San José y San Regis.
Nosotros íbamos 2 veces a la semana en un
camioncito llevando vino, cerveza y gaseosas a las diferentes tiendas o tambos
de estos lugares. Salíamos de Chincha a las 7 de la mañana y retornábamos
generalmente alrededor de las 10 de noche. Almorzábamos en el camino, en la
casa de algunas personas que vendían almuerzo (como recuerdo mi plato de seco
con frejoles “bien taipá”, o los escabeches de pescado bonito, por ejemplo);
qué delicia, que con solo recordarlos al escribir estas notas, empiezo a salivar
como se describe en el famoso “reflejo de Pavlov”.
La tienda de Roberto Sulay
De la hacienda San Regis, recuerdo la tienda de
don Roberto Sulay, un asiático que se asentó en este lugar y como muchos de
ellos, optaron por poner sus tiendas de abarrotes.
La tienda, era además lugar obligado de los jóvenes
varones de esta zona, quienes se reunían para conversar, bromear, es decir para
hacer vida social entre pares, porque a diferencia de la ciudad, no había otro
lugar donde ir en las haciendas, entonces qué mejor lugar de reunión, que las
tiendas de estos lugares.
Así, la tienda “del chino” era pues lugar
obligado, además, la familia sabía dónde estaban, de manera que no había lugar
para desconfianza.
Cómo a nuestro parecer cualquier
tiempo pasado fue mejor
Eran mejores tiempos, porque en esas reuniones,
los jóvenes a lo más paladeaban una botella de vino o alguna otra bebida, sin
caer en excesos que los embriagara, pero nunca algún tipo de droga. Al cerrar
la tienda, se dirigían en grupos hacia sus hogares.
Así eran las noches, en la recordada hacienda
San Regis.
Callao, 21 de julio de 2022