Esta tarde hemos tenido una reunión
de chinchanos co-promocionales que hicimos estudios secundarios en el Colegio
Pardo, quienes precisamente hace 2 años celebramos Bodas de Oro.
Debo decir que con alguna
frecuencia los paisas residentes en Lima hacemos estas gratificantes reuniones
de camaradería que sirven entre otras cosas para reforzar lazos de amistad que serán
siempre eternas entre quienes pasamos juntos los años de nuestra juventud formados
en el alma mater de la provincia.
Esta vez la reunión fue en casa
de José Celestino Lévano, un oficial de la Policía Nacional en situación de retiro,
quien al lado de su familia fue excelente anfitrión. Miguelito Veliz se portó
con un pisco de categoría A1 como es su costumbre, de esos que deben tomarse
puros necesariamente. La comida fue preparada por nuestra paisana Carmela
Saravia experta en el popular “mancha pecho”, nombre dado a la carapulca,
comida irremplazable en este tipo de reuniones de chinchanos.
El anecdotario
Una característica común es traer
a la conversación anécdotas de esa época maravillosa, donde curiosamente la
palabra bullying no existía y muy por contrario los padres delegaban autoridad
a los maestros, nombre dado a los profesores en tanto que participaban en el
reforzamiento de valores en los estudiantes.
No podía faltar una del Profesor
Pedro Ronceros, quien tenía como apodo “Lorito”, un hombre severo pero a quienes
todos respetábamos por su dedicación a la enseñanza. Este profesor tenía por
costumbre tomar “pasos orales” al inicio de la clase y si alguien no contestaba
le decía: “cómo no sabe, oiga usted yo que padre lo colgaba de un guarango” (un
árbol de la zona de Chincha). La risa por cierto no podía faltar, aunque lo hacíamos
en tono bastante bajo en esas circunstancias por razones, pero que después en
el intermedio servía para bromear a la víctima del citado profesor; o una del
profesor Don lucho Cànepa quien nos carajeaba si observaba un mal comportamiento
nuestro, pero ambos profesores por ejemplo han sido considerados por todas las
promociones como unos excelentes y muy respetados maestros.
También otra cuando un alumno muy
dedicado a los libros le preguntó a un profesor: “Profe, y usted sabe dónde
tenemos el alma”, recibiendo como respuesta lo siguiente: “Mira hijito, yo no sé
dónde estará el alma, pero lo que si se es que si continuas molestando de un patadón
te voy a sacar el alma”. Igualmente la risa brotaba casi instantáneamente entre
los alumnos.
Desde luego que no podían faltar
las de los Auxiliares de Educación, aquellos personajes del sistema educativo encargados
de velar por la conducta del estudiantado, como por ejemplo la del Sr. Artemio Hernández,
conocido como “Batea” apodo con el cual lo conocimos y nunca nos enteramos del
origen del mismo, persona bastante rígida pero que a la vez era amigo de los
alumnos.
Sobre él mi primo Lauro Muñoz,
quien tiene un repertorio inmenso de anécdotas
de todas las épocas nos decía que el Sr. Hernández para hacer entrar en orden a
la clase nos ordenaba en 2 filas, diciendo; “los serranos por allá”, “los
cholos por acá” y que en una oportunidad un alumnos “de la color” (como diría alguien)
le preguntó inocentemente: ¿y los negros?, a lo cual respondió “los negros más allá
porque no los veo”. Chincha siempre ha tenido una población grande de gente que
procedía de la quebrada, zona de sierra de la provincia, de donde “bajaban”
muchos jóvenes para cursar sus estudios en el emblemático Colegio Pardo.
Son estas cosas las que hacen que
las reuniones de egresados tengan un carácter bastante grato, de apego al
colegio y a la provincia y que nos haga siempre regresar en cada aniversario.
No hay comentarios:
Publicar un comentario