Por: Ferrer Maizondo Saldaña - Cronista
huachosperu@gmail.com
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Carapulcra es
una palabra de origen prehispánico. El término existe en lengua quechua y
aimara. Gala phur´ka significa guiso hecho en piedras calientes. En latín,
madre del castellano, existe el término cara pulchra.
Tradicionistas, estudiosos y el común de las personas la llaman de diferente forma. Así, para Ricardo Palma es “la sabrosa carapulcra”, don Alberto Tauro del Pino la denomina carapulca y la gente de Chincha le dice simplemente “manchapecho”.
Chincha es una mezcla de distintas razas, colores y orígenes. Migrantes y descendientes de andinos, africanos, italianos y chinos comparten el manchapecho con los chinchanos de “pata rajada”.
Los migrantes
fueron llegando al cálido valle con sus sabores y matices, fusionando su
tradición culinaria con la del reino de los chinchas y los usos y costumbres de
la cocina moderna.
Cuando de
fiesta o festejo se trata, hombres y mujeres la celebran con carapulcra y
sopaseca. Y si van acompañadas de unas copas de cachina o vino de chacra, como
se conoce al licor sin etiqueta, mejor. En el matrimonio chinchano nunca falta
el manchapecho.
La carapulcra
y la sopaseca chinchana son una fusión de condimentos preparados, lenguaje e
historia; la unión de dos potajes en un solo plato.
La preparación
de la carapulcra comienza dorando el ajo a fuego moderado, luego se agrega el
ají panca porque la buena cocina, la cocina chinchana y casi toda la cocina
nacional, inicia la mayoría de sus preparados con la pasta del ají panca. “El
ají tiene que oler, que se sienta en toda la casa”. Bien frito pero no quemado,
para que no afecte la carapulcra y pueda durar hasta el otro día, para el
“calentao”.
El condimento
por excelencia es “el ají panca, con su característico sabor ahumado”. Como
dice el famoso cocinero Gastón: “Sin ají, no existiría comida peruana”. De
todos los ajíes que el Perú produce es el menos picante, pero el más intenso en
color que va del rojo oscuro al achocolatado. El ají colorado que se ha dejado
secar al sol, es el gran ají seco del Perú. El comino se echa al último porque
viene tostado y molido.
Cuidando que
la carapulcra no se queme y para que agarre el “gustito” se agrega, de rato en
rato, un cucharón de caldo de gallina o chancho. Para mover, se usa un cucharon
redondo. Para raspar y no dejar que se queme, se utiliza espátula o espumadera.
Cuando esté bien frito el ají y huela bien se echa “un poquito de maní”,
después, todo el caldo y maní necesario. “La carapulcra es demorona. Muy
afanosa, pero rendidora”. Durante el proceso se va probando con un cucharon
pequeño.
A continuación
la sal y los sazonadores intervienen. Las mieles y la maleza de la caña de
azúcar convertida en sazonador Ají no moto y una cubeta de caldos Maggi,
realzan el sabor.
Es el turno de
lo nativo, la popular y nutritiva papa Yungay o Blanca, sancochada, pelada y
picada copa el espacio de la enorme olla. “Papa menudita, si picas grande no te
va rendir”. Se baja el fuego para que la papa tome color, gusto y deje de ser
blanca. Para que no quede muy blanca, se echa un poquito de achote molido,
“poquito nomás”.
Se cuida que
el fuego sea lento y bajo. Si se quema y no se cambia de olla, el resultado es
un preparado amargo, o se “huma”. Es decir, se nota que está ahumado.
Cuando la
vecina comenta en voz alta: “Ya está saliendo el olor para afuera”, es la buena
señal que la carapulcra ya está lista.
El preparado
de la sopaseca es más rápido. “Más sencilla, pero igual hay que tener cuidado”.
Una cebolla pequeña y picada se dora en aceite. “No me gusta mucha cebolla”.
Tomate bien “quemadito” para que no se note. Albahaca molida; la combinación
debe ser “más verde que roja”. “Tiene que oler”.
Un litro de
caldo de gallina por un kilo de fideos. Si deseas le agregas un “poquito más de
caldo”, agua del caño no, le quita el sabor. Fideos tallarín delgado. Buen
fideo, sino sale “masocote”. Se debe saber “qué fideos es”.
Se dejan secar
los fideos. Utilizar “trinche metálico para granear los fideos”. Bajar el fuego
y colocar una latita debajo de la olla. “Cocinando y graneando, cocinando y
graneando”. Si está muy seco, una rociadita de aceite, cuidando que no salga
grasoso. El fideo tiene que reventar.
El aromático
perejil picado, la sal y los clásicos sazonadores brindan el toque del sabor
necesario. Cuidando que los fideos no estén tan rojos, “verdecito tiene que
estar. Agregar albahaca para compensar”. Cuando el fideo crece, ya está listo
para servir. “Tiene que agarrar gusto. Puede tener color, pero si no tiene
gusto, no vale”.
La mesa está
servida. En el plato, primero la sopaseca, luego la carapulcra. A un costado
yuca, arenosa y blanquita. Al otro extremo del plato las carnes. Un buen trozo
de gallina o chancho. Pollo también puede ser. Algunos colocan pavo, “si es
criollo, mejor”. “Una copa de pisco para que baje la grasa”.
La receta y
recomendaciones es de mamá “Goya”, Gregoria Salvatierra de Crisóstomo. Manos
maravillosas de dama bondadosa y cristiana. En mejores años fue la dueña del
famoso bar La Playita, en Pilpa, pasando Cequiagrande.
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