viernes, 7 de octubre de 2016

La carapulcra chinchana o "manchapecho"

Por: Ferrer Maizondo Saldaña - Cronista
huachosperu@gmail.com


Carapulcra es una palabra de origen prehispánico. El término existe en lengua quechua y aimara. Gala phur´ka significa guiso hecho en piedras calientes. En latín, madre del castellano, existe el término cara pulchra.

Tradicionistas, estudiosos y el común de las personas la llaman de diferente forma. Así, para Ricardo Palma es “la sabrosa carapulcra”, don Alberto Tauro del Pino la denomina carapulca y la gente de Chincha le dice simplemente “manchapecho”.


Chincha es una mezcla de distintas razas, colores y orígenes. Migrantes y descendientes de andinos, africanos, italianos y chinos comparten el manchapecho con los chinchanos de “pata rajada”.

Los migrantes fueron llegando al cálido valle con sus sabores y matices, fusionando su tradición culinaria con la del reino de los chinchas y los usos y costumbres de la cocina moderna.

Cuando de fiesta o festejo se trata, hombres y mujeres la celebran con carapulcra y sopaseca. Y si van acompañadas de unas copas de cachina o vino de chacra, como se conoce al licor sin etiqueta, mejor. En el matrimonio chinchano nunca falta el manchapecho.

La carapulcra y la sopaseca chinchana son una fusión de condimentos preparados, lenguaje e historia; la unión de dos potajes en un solo plato.

La preparación de la carapulcra comienza dorando el ajo a fuego moderado, luego se agrega el ají panca porque la buena cocina, la cocina chinchana y casi toda la cocina nacional, inicia la mayoría de sus preparados con la pasta del ají panca. “El ají tiene que oler, que se sienta en toda la casa”. Bien frito pero no quemado, para que no afecte la carapulcra y pueda durar hasta el otro día, para el “calentao”.

El condimento por excelencia es “el ají panca, con su característico sabor ahumado”. Como dice el famoso cocinero Gastón: “Sin ají, no existiría comida peruana”. De todos los ajíes que el Perú produce es el menos picante, pero el más intenso en color que va del rojo oscuro al achocolatado. El ají colorado que se ha dejado secar al sol, es el gran ají seco del Perú. El comino se echa al último porque viene tostado y molido.

Cuidando que la carapulcra no se queme y para que agarre el “gustito” se agrega, de rato en rato, un cucharón de caldo de gallina o chancho. Para mover, se usa un cucharon redondo. Para raspar y no dejar que se queme, se utiliza espátula o espumadera. Cuando esté bien frito el ají y huela bien se echa “un poquito de maní”, después, todo el caldo y maní necesario. “La carapulcra es demorona. Muy afanosa, pero rendidora”. Durante el proceso se va probando con un cucharon pequeño.

A continuación la sal y los sazonadores intervienen. Las mieles y la maleza de la caña de azúcar convertida en sazonador Ají no moto y una cubeta de caldos Maggi, realzan el sabor.

Es el turno de lo nativo, la popular y nutritiva papa Yungay o Blanca, sancochada, pelada y picada copa el espacio de la enorme olla. “Papa menudita, si picas grande no te va rendir”. Se baja el fuego para que la papa tome color, gusto y deje de ser blanca. Para que no quede muy blanca, se echa un poquito de achote molido, “poquito nomás”.

Se cuida que el fuego sea lento y bajo. Si se quema y no se cambia de olla, el resultado es un preparado amargo, o se “huma”. Es decir, se nota que está ahumado.

Cuando la vecina comenta en voz alta: “Ya está saliendo el olor para afuera”, es la buena señal que la carapulcra ya está lista.

El preparado de la sopaseca es más rápido. “Más sencilla, pero igual hay que tener cuidado”. Una cebolla pequeña y picada se dora en aceite. “No me gusta mucha cebolla”. Tomate bien “quemadito” para que no se note. Albahaca molida; la combinación debe ser “más verde que roja”. “Tiene que oler”.

Un litro de caldo de gallina por un kilo de fideos. Si deseas le agregas un “poquito más de caldo”, agua del caño no, le quita el sabor. Fideos tallarín delgado. Buen fideo, sino sale “masocote”. Se debe saber “qué fideos es”.

Se dejan secar los fideos. Utilizar “trinche metálico para granear los fideos”. Bajar el fuego y colocar una latita debajo de la olla. “Cocinando y graneando, cocinando y graneando”. Si está muy seco, una rociadita de aceite, cuidando que no salga grasoso. El fideo tiene que reventar.

El aromático perejil picado, la sal y los clásicos sazonadores brindan el toque del sabor necesario. Cuidando que los fideos no estén tan rojos, “verdecito tiene que estar. Agregar albahaca para compensar”. Cuando el fideo crece, ya está listo para servir. “Tiene que agarrar gusto. Puede tener color, pero si no tiene gusto, no vale”.

La mesa está servida. En el plato, primero la sopaseca, luego la carapulcra. A un costado yuca, arenosa y blanquita. Al otro extremo del plato las carnes. Un buen trozo de gallina o chancho. Pollo también puede ser. Algunos colocan pavo, “si es criollo, mejor”. “Una copa de pisco para que baje la grasa”.

La receta y recomendaciones es de mamá “Goya”, Gregoria Salvatierra de Crisóstomo. Manos maravillosas de dama bondadosa y cristiana. En mejores años fue la dueña del famoso bar La Playita, en Pilpa, pasando Cequiagrande.

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